Imprescindibles de la Costa Brava y L'Empordà

¡Aloha! Maaadre mía. ¿Hace cuánto? ¿Cuánto que no escribo? Justo ahora le estaba comentando a Emma lo extraño que se me hace volver a ponerme al frente del teclado. Bueno, ni siquiera eso. Solamente el pensar qué os iba a contar y cómo ya se me está antojando raruno. 

Lo bueno es que vuelvo a tener ganas de escribir. De retomar el blog y seguir documentando un poco lo que me vaya apeteciendo. En este caso, y como habréis visto, últimamente de lo que más me apetece hablar es de viajes. Y es que, desde que empecé a tener un sueldo fijo, aprovecho cada finde que puedo para salir un poquito de Madrid. Y mira que me gusta Madrid, pero escaparme y ver, vivir y comer cosas diferentes me inspira y me llena de ganas de crecer, mejorar y aprender sobre la vida. Jajaja, qué dramático y cursi ha sonado, ¿verdad? Pero bueno, más cierto que el comer, oye. 

No quiero enrollarme mucho más con introducciones, así que vamos a ir al grano ya con la guía para recorrer la Costa Brava. El caso es que como siempre, decidimos lo que queríamos hacer por Semana Santa a última hora y todas las opciones de vuelos y hoteles en el extranjero estaban caras no, lo siguiente. Ambos teníamos muchas ganas de conocer la Costa Brava, ninguno habíamos estado por allí pero habíamos oído hablar de las maravillas que hay por allí. Así pues, organizamos nuestro roadtrip a la española y nos recorrimos la zona requetebien. Eso sí, hay otro millón de cosas que dejamos pendientes porque SEGURO que volveremos. 

¿Donde alojarse? 

Nosotros dividimos la estancia en dos partes: una más práctica y otra de deonexión total. Los cuatro primeros días estuvimos en el apartahotel Arrels d'Empordà en Palafrugell, en la zona urbana. Esa zona bonita no es, pero tiene un porqué. Decidimos alojarnos aquí porque, además del buen precio del lugar, estaba en mitad de la CB y nos permitía movernos con facilidad y rapidez con el coche. Además, queríamos pasar la mayor parte del viaje en un apartamento para desayunar y cenar allí y así reducir un poquito costes. Además, no sé vosotros pero a mi pasar una semana fuera de casa comiendo TODO comidas de restaurante me deja KO. 

Las dos últimas noches reservamos una habitación en Mas Coquells: una masía en mitad del campo, al lado de un pueblo abandonado y con un encanto digno de salir en cualquier revista de viajes que se precie. Mas Coquells se merecería un post aparte, pero en una palabra podríamos definirlo como el "desestrés". Lo que os comentaba, la casa está rodeada de campos de margaritas. Es dog-friendly, tiene terracita, zona chill en el patio, chimenea y SILENCIO. Mucho silencio. Además, las anfitrionas son súper hospitalarias y se encargan de que todo este perfecto. El desayuno se sirve todos los días en una sala tipo bódega; prometo que que no hay mejor manera de empezar el día que con ese pan con tomate y la bandeja de embutidos que se incluyen en el buffet. Es algo difícil de acceder: 2km de piedrecitas y camino sin asfaltar, pero merece la pena. Mucho. 

Mis imprescindibles

1. Sa Tuna

Sa Tuna me enamoró...y no se por qué. Quizás porque fue el primer destino al que fuimos y fue como empezar de verdad las vacaciones. No sé, me pareció un lugar especial, como si estuviera paseando en un paisaje de libro. La tranquilidad que se respiraba en las callecitas me conquistó. Sin duda, creo que es una parada obligatoria. 

2. Camí de Ronda: desde la playa el Golfet hasta El Far

Los camís de ronda son típicos de la Costa Brava. Hay muchísimos por toda la costa y podéis elegir cualquiera de ellos porque probablemente todos sean preciosos. No obstante, me cuesta creer que alguno sea más espectacular que el que empieza en la playa del Golfet y acaba en el Far. Cada tramo del paseo es espectacular. Si os preocupa la complejidad de la ruta, quitaos los miedos porque es nula. El camino está más que trazado, andado y marcado...así que no hay excusas. 

La playa del Golfet es una de las más bonitas que he visto nunca...lo sé, siempre digo lo mismo, pero es que es verdad. Definición pura del concepto "mediterráneamente". Aunque no hagáis el camí, de verdad, tenéis que echar un ratito en esa calita. Antes de llegar a El Far, el camino pasa por Calella de Palafrugell, precioso también. Obligatorio tomarse algo viendo el mar y un helado a la vuelta después. He de decir que Calella me gustó más que el mismísimo Cadaqués. La ruta acaba en El Far y por supuesto, semejante esfuerzo se ve recompensado con unas vistas preciosas. Además, allí podéis hacer como nosotros y reservar mesa para comer un arroz con bogavante de infarto en el restaurante El Far. 

Probablemente, si tuviera que quedarme con un único imprescindible, sería este punto. 

Paratdge de Tudela

Cerca de Cadaqués y en el camino a Cap Creus, encontráis el Paratdge de Tudela. Se trata de una zona espectacular llena de formas geológicas chulísimas (parte de la gracia es ir adivinando a qué animal se parece cada formación) y con unas playas de infarto (aunque no se puede bajar). Parece increíble que hace años todo aquello estuviera construido. Ya veréis, ya. El paseo está perfectamente trazado pero hay rutillas alternativas un poco más "salvajes" y se puede uno perder entre las diferentes formaciones subiendo y bajando las rocas. Sin duda, merece muchísimo la pena. El horario es restringido, si no recuerdo mal de 10:00 a 18:00. Hay que pagar cinco euros por aparcar el coche en el aparcamiento y por entrar al recinto. Bien invertidos, de verdad. 

Pals, Peralada y Madremanya

Los pueblecitos de L'Empordà son todos bonitos, por lo que mi recomendación general es coger el coche e ir recorriendo y disfrutando de los campos de florecillas que atraviesa la carretera. No obstante, si me tuviese que quedar con tres me decantaría por Pals, Peralada y Madremanya. Madremanya se encuentra en un entorno espectacular y el pueblo tiene un aura mágica y romántica que hace que el paseo por sus calles sea una delicia. Pals y Peralada son también dos joyas de pueblos por los que pasear y perderse un poco. En Pals, importante parar media horita y tomar una cerveza, crepe o café en la plaza (hay un restaurante de crepes que es divino) y en Peralada no os podéis quedar sin ver el castillo. Nosotros no entramos dentro pero nos perdimos por los jardínes...tienen incluso una zona llena de pájaros. Ojito. 

Cadaqués

No sabía si incluirlo entre mis imprescindibles porque es muy famoso de por sí y un poco típico, pero es que creo que sería pecado no hacerlo. Os recomiendo ir entre semana y fuera de temporada, como todo, me parece que en pleno Jumanji de julio y agosto aquello debe perder gran parte de su encanto. No hay mucho sitio donde aparcar, nosotros un día de poca gente tuvimos que tirar del parking de pago, así que imaginad. Eso sí, menudo paseo nos pegamos, empachados de belleza acabamos. No hay nada específico que ver, simplemente hay que dejarse llevar y empaparse de la luz que reflejan sus paredes blancas, disfrutar de los colores de las chumberas y respirar profundo del olor a mar. 

Los must gastronómicos

Carles Antoner

Se encuentra en la Plaza Mayor de Lladó y, sin duda, os recomiendo encarecidamente que lo probéis. El chef, Carles Antoner, ha trabajado con Berasategui y sabe cómo sacar lo mejor de la gastronomía catalana y añadirle un toque de alta cocina. Además, la relación calidad-precio es imbatible. Obligatorio olvidarse del azúcar y probar alguno de los postres. 

Can Varoca

En el pueblo de Cistella se encuentra este restaurante que, sin tener pretensión de nada, logra que salgas con la sensación de haber comido de diez. Su menú del día más que completo y por un precio imbatible. De esos sitios que reafirman mi convicción de que comer bien no tiene por qué ser caro. 

La Galera

Para comer buen pescado hay que ir a La Galera, en Palamós. De todos los sitios a los que fuimos, este fue el más caro. Pero madre mía. Nunca, JAMÁS, había comido una merluza tan buena. Y sin ningún tipo de preparación especial, a la plancha y punto. Allí no hay carta, eliges de lo que tengan ese día de la lonja y a disfrutar. Pedimos también unas almejas a la marinera y sepionas que, igual, nos dejaron absolutamente enamorados de este sitio. 

Can Rafa

Recomendado por vosotros, Can Rafa es EL LUGAR en Cadaqués para comer arroz. Nosotros pedimos un arroz negro incluido en el menú del día junto con el ali oli más rico que he probado en mi vida. Recomendadísimo.

En todos ellos es recomendable reservar con antelación, especialmente en verano, festivos y demás. 

En resumen...

Recorrer la Costa Brava en coche te permite disfrutar del mar, el campo y la montaña en un mismo día y sin salir de la misma carretera. De verdad, es un recorrido precioso y una zona espectacular. Absolutamente paradisíaca. Si bien hay muchas zonas que están completamente ultrajadas por apartamentos turísticos y pensadas para un turismo masivo, lo cierto es que se trata de una zona preciosa. Rica en naturaleza, con una gastronomía exquisita y una cultura tremenda. 

Sin duda, me he quedado con muchas ganas de volver, hacer más camís de ronda, encontrar más masías como Más Coquells y volver a andar entre millones de margaritas. 

Si habéis estado o tenéis planeado ir, hacédmelo saber para poder compartir impresiones y esas cosillas. 

Os mando un besote enorme. Como siempre, mil gracias por leer. Nos leemos pronto. 

 

Escapada a Gredos: nieve en Arenas de San Pedro y Guisando

¡Aloha! Ya estaba yo tardando en subir un post de escapada...con lo que me gustan a mi últimamente. En general, prefiero escribir este tipo de entradas a los pocos días de haber ido: todavía guardo en la memoria todo bien fresco y mantengo mucha emoción dentro. Creo que, en cierta manera, cuando estoy en ese estado, los posts se contagian de ese sentimiento y quedan más especiales. 

Pero bueno, no siempre puede ser y se me ha ido un poco de fecha la publicación (y creación, vaya) de este post. Aunque, como siempre decimos, más vale tarde que nunca. Vaaaaayamos al tema en sí. 

Resulta que por mi cumple, Mr. me regaló una escapada a la Sierra de Gredos: botas de montaña y casita rural incluida. Hacía unos meses habíamos hablado de visitarlo, del pecado imperdonable que suponía tener semejante paraíso tan cerca de casa y no conocerlo. Total, que yo encantada cuando recibí el regalo, me probé las botas y empecé a curiosear qué podíamos hacer por la zona. 

¿Dónde dormimos?

En Gredos hay muchas zonas que visitar, pero nuestra casita estaba en Arenas de San Pedro. La verdad es que tiene unas vistas espectacular de la Sierra de Gredos y está localizada en un sitio estupendo para hacer rutas y cerca de muchos lugares de interés. Nosotros nos hospedamos en Casa Crisol, en concreto, en la casa Uria. La verdad es que salimos encantados: tanto por la casa como por el trato que recibimos. Se trata de un conjunto de casitas desperdigadas en medio de un montón de bosque. La casa Uria, en la que nos hospedamos nosotros, tenía dos plantas: la de abajo cuenta con una cocina, un salón y un baño. En la planta superior se encuentra el dormitorio, con una ventanita en el techo monísima y una cama con el edredón más calentito que he probado nunca. De verdad, aquel edredón no dejaba escapar ni media pizca de calor. 

La casa nos gustó muchísimo, de verdad. La cocina tenía todo lo necesario para cocinar casi cualquier cosa y un tostador que me gustó tanto que me lo acabé comprando cuando llegué a Madrid. Tenía chimenea, televisión, sofá-cama y hasta una Wii. Al llegar, nos recibieron con yogur casero en la nevera y palmeritas de chocolate de una pastelería del pueblo. Vaya, como para quejarse. Además, cuando llegamos nos dio la bienvenida Juan, un perrito de estos que te hacen poner voz de tonta y quieres ahogarlos a besos. Miguel, el anfitrión, fue un encanto: nos dejaron salir a la hora que quisiésemos el domingo y nos dieron mogollón de recursos para aprovechar nuestros días allí.

Día 1- Senda de Pescadores

Íbamos con la de idea de hacer rutas y fundir mis nuevas botas de montaña. No tuvimos mucha suerte con el tiempo, la verdad. El sábado nos llovió durante todo el día, por lo que la ruta se complicó un poquillo y no pude sacar muchas fotos. A pesar de la lluvia, decidimos salir igualmente y hacer una ruta sencillita: la Senda de los pescadores. Os dejo el enlace a Wikiloc, y así podéis consultar la ruta. A pesar de ser muy tecnológicos y llevar todo en el móvil, decidimos guiarnos por las señales y...bueno, acabamos perdiéndonos. Subimos, bajamos, volvimos a subir, volvimos a bajar y nada, que acabamos andando una hora por la carretera para llegar al coche. Anduvimos 15km con lluvia initerrumpida durante muchas horas y llegó un punto en el que estábamos cansadísimos, muertos de frío y un poquito empapados también. 

No obstante, he de admitir que para este viaje decidí aprovechar las rebajas e invertir en un buen abrigo para el frío y la montaña. Me compré este modelo de Columbia que incluye el impermeable y el polar. Lo cierto es que no pasé ningún frío salvo cuando ya, al final del recorrido, tenía las mangas del polar empapadas y empezó a calar. Pero vaya, encantada estoy con mi abrigo rosita y anti-frío. 

Día 2 - Nieve, Charco Verde y Guisando

El domingo, que ya volvíamos a Madrid, hizo mucho mejor día. Además, como podíamos dejar la casa cuando quisiéramos, nos tomamos la mañana de exploración y volvimos a casa a comer. Cogimos el coche y como queríamos ver nieve, subimos hasta Nogal del Barranco. Antes de llegar hasta ahí, paramos en un campamento de tipis donde había un montón de senderos preciosos, arroyos nevados y unas vistas de infarto. Cuando llegamos a Nogal del Barranco (muy despacito y con mucho cuidado)  se empezaba a adivinar una tormenta fina filipina. Así que nada, simplemente anduvimos un rato y descendimos la carretera hasta "El Charco Verde". Allí hicimos un poco la rana y saltamos de piedra en piedra y después nos tomamos un cafecito. De ahí, continuamos nuestro descenso hasta Guisando, un pueblo de montaña que a mi me robó el corazón. Las vistas, las casas blancas, el olor a plato de cuchara...No me importaría pasar allí unos días, la verdad. 

Tras nuestra excursión mañanera, que bien podría dar para unas cuantas rutas a pie, volvimos a casa, comimos, nos echamos una siesta y volvimos a la jungla de cemento donde vivimos, trabajamos y pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. 

Como siempre digo, este tipo de escapadas me resultan deliciosas. Disfruto tanto cada ratito allí: desde la emoción de que den las 3 del viernes para comer de tupper en la carretera, hasta el calorcito del edredón o incluso la agridulce sensación al volver. Al ser tan cortas, no se muy bien por qué, las disfruto intensamente; son una pequeña recompensa a una semana de oficina y rutina. Me encantan. 

A veces, soñamos con viajes exóticos y lugares lejanos y se nos olvidan las joyitas y maravillas que tenemos a apenas una o dos horas de casa. Sin duda, os recomiendo encarecidamente una visita a tierras abulenses, y más concretamente, a la Sierra de Gredos. Sin ningún género de duda, I'll be back

Como siempre, muchísimas gracias por leerme. Si tenéis algún chivatazo de escapada, no dudéis en compartirlo en comentarios conmigo. 

Dónde desayunar y comer en Ibiza (fuera de temporada)

¡Aloha aleolis! Como os decía en el post de 4 días en Ibiza, prefería hacer un post aparte para compartir con vosotros los diferentes restaurantes que fuimos probando en Ibiza y que recomiendo si vais por allí. Fuera de temporada muchos de los restaurantes típicos o a pie de playa están cerrados; nosotros llamamos a bastantes restaurantes que tenía en mi estupenda guía foodie de Ibiza y la mitad cerrados a cal y canto. Así que nada, toco un poquito de improvisación. 

Pero como soy un alma generosa, quiero compartir mis sitios donde desayunar y comer en Ibiza fuera de temporada, ósea, en invierno. 

Es Pins

Desayuno con diamantes no. Yo digo, desayuno con TOMATE. Un bar de lo más normal, nada fancy, nada Instagram pero con uno de los mejores panes con tomate que he tomado en mi vida. Un pan de ese que cruje, un aceite que sabe y un tomate rallada con amor y esmero. De verdad, si os gusta el pan con tomate, si os parece el mejor desayuno del mundo, tenéis que ir a Es Pins. 

Bar Costa

Visita obligada. No digo más. Sobre todo si os gustan los bocadillos de jamón. Porque si os gustan apreciaréis el calorcito del pan y el jamón que es que se dessssshace. Una delicia que puedes comerte en sus mesitas bajas al solecito y con mucha mucha calma. Vaya, la definición de slow life hecha bar. 

La Paloma

¿Habéis comido alguna vez dentro de un cuento? ¿No? Yo tampoco, hasta que fui a La Paloma. Se trata de un restaurante/café idílico. No sé vosotros, pero no tengo por costumbre comer entre naranjos ni que me acerquen la carta en una pizarra a la mesa. La comida está espectacular y el precio no tiene nada de exagerado. Entre sus platos encontraréis ensaladas, cremas, pizzas o entrantes tan fabulosos como su hummus con foccacia. Además, luego podréis bajar la comida dando un paseo por su espectacular jardín. Un auténtico placer. 

Sa Caleta

Comer con los pies en la arena, vistas al mar y un arroz de escándalo es posible. Sa Caleta es un restaurante tremendamente íntimo, alejado de todo el jolgorio y bullicio de la ciudad o de otros restaurantes populares. No sé si será la localización que me tenía enamorada y hacía que todo me supiese a gloria y me pareciese mágico, pero Sa Caleta se convirtió en uno de mis restaurantes preferidos allí. Os recomiendo reservar incluso fuera de temporada. 

Cana Sofía

Si buscáis raciones generosas, comer bullit de peix y otro lugar para (casi) comer con los pies en la arena, Cana Sofía puede ser una excelente opción. Si pilláis el bullit de peix en el menú ese día, os saldrá la comida a un precio excelente y os aseguro que necesitaréis tiempo para digerir los dos platos que componen este clásico ibicenco. Además, el camino hacia el restaurante es francamente bonito y, si vais fuera de temporada, podréis disfrutar de una playa preciosa únicamente para vosotros. 

Las Puertas del Cielo

"Las Puertas del Cielo" o cómo empacharse a buenas vistas y exquisito arroz. Se trata de un restaurante pequeñito, muy familiar en una zona preciosa y súper salvaje conocida como Sa Penya Esbarrada. De verdad, las vistas a los islotes de Ses Margalides, acompañadas con un arroz calentito y un precio más que económico convierte, en mi opinión, a este restaurante en una opción estupenda para comer. También conviene reservar. Por cierto, os recomendaría hacer una ruta por la zona y reponer fuerzas o celebrar la ruta comiendo allí, una gozada. 

Can Cosmi

Aunque nos quedamos con las ganas de probarlo, Can Cosmi es famoso por ofrecer la mejor tortilla de patatas de la isla. Está muy cerca de Las Puertas del Cielo, como decía, en una zona preciosa. Una mañana de paseo por las fincas y pueblos junto con un pincho de tortilla de este bar me parecen un plan estupendo para aprovechar la mañana. 

Macao Café

Macao fue otro de los restaurantes que nos faltó por probar...y mira que me dio rabia porque aparecía en todas mis investigaciones. Se trata de un italiano en el que por lo visto se come tan bien como en Italia. Bueno, igual ahí he exagerado. En Ibiza se come mucha cocina italiana y muy rica, así que no seáis como yo (bastante anti comer italiano cuando me voy de vacaciones) y si podéis reservad allí una mesita y comed un calzone por mi.

Tirapallá

Y, por último, Tirapallá. Taaaaampoco nos dio tiempo a probarlo pero fue una recomendación de varias de las lectoras de este nuestro blog. Si os apetece tomar una copita (o un agua), en Tirapallá tenéis las vistas perfectas a Dalt Vila. Vaya, parada obligatoria para mi próxima visita a Ibiza. 

Y hasta aquí mi lista de recomendaciones de sitios donde desayunar y comer en Ibiza fuera de temporada. Mi recomendación es reservar siempre. Vaya, en la mayoría de los que visitamos había bastante gente y no estuvo de más llamar para que nos guardasen unas mesa. 

Sería genial saber vuestras recomendaciones para completar este post y hacerlo lo más exhaustivo posible. Ya me contáis. Si queréis saber qué hacer cuatro días en Ibiza en invierno y cómo planificaros, os animo a visitar esta otra entrada que escribí contando todo todo TODO. 

¡Un besote fuerte! ¡Nos leemos pronto!

4 días en Ibiza (fuera de temporada)

¡Hello aleolis! Tengo unas GANAS (en mayúscula, sí) de escribir este post. Y es que, le estoy cogiendo el gustillo a esto de escaparme de Madrid y contároslo luego por aquí, como la escapada a Extremadura, por ejemplo. Sin duda es como más me gusta planificar los viajes: explorando blogs, leyendo impresiones y emociones de quienes los escriben y buscando pequeñas alternativas a lo típico que "tienes que ver si vas a". 

Os recomiendo que cojáis libreta y boli (o cualquier medio más 2.0) y vayáis apuntando todo lo que no os debéis perder si vais a Ibiza a pasar unos días, especialmente si vais fuera de temporada. Pero bueno, ahora nos metemos en materia. Con el fin de no hacer este post eterno, os cuento dónde comer en Ibiza en invierno (hay muchísimos restaurantes típicos cerrados) y me extiendo un poquito más con cada uno en este otro post. Por aquí os voy a contar día a día lo que hicimos, lo que vimos y cómo nos organizamos nosotros. 

Día 1 - Dalt Vila, Sa Caleta y atardecer en Sunset Ashram

El primer día allí nos levantamos con muchísima calma: de esas mañanas de ducha lenta y desayuno tardío. Nos cargamos las pilas con un buen pan con tomate en Es Pins y pusimos rumbo a Dalt Vila, el casco antiguo de Ibiza. Aparcar en plena ciudad nos fue absolutamente imposible por lo que dejamos el coche en la parte más alta, por la zona de la muralla. La verdad es que nos dejamos llevar por las vistas desde la muralla y después paseamos sin demasiado rumbo por el interior: calles blancas con toques verde y encanto en cada esquina. Así no cuesta nada dar pasos. 

Después de deambular calle arriba, calle abajo nos entró el hambre y decidimos ir a comer. Nos equivocamos de dirección y el restaurante al que queríamos ir estaba a tomar por saco a la derecha, así que recalculamos y fuimos a comer a Sa Caleta. Sin duda, ha sido uno de los restaurantes que mas me gustó y más disfruté. Saciamos el mono de arroz y alioli a lo grande: con los pies en la arena y vistas al mar. Después de comer, bajamos a la cala y nos volvimos a perder entre las paredes rojizas de la cala. Ya era bastante tarde y pronto iba a atardecer, así que decidimos ir a ver la puesta de sol a Sunset Ashram, un local mítico pero que encontramos cerrado por temporada. Y, ¿qué más da? Nos sentamos en una roca y dijimos adiós al sol. De todos los atardeceres que vimos, este fue, sin duda, el lugar donde más lo disfruté. Ya de noche, yo no estaba muy fina y, además, teníamos ganas de descansar un rato, así que cerramos el día con un plan de manta y peli (bueno, serie) en el hotel, y tan a gusto. 

Día 2 - Ruta Faro Portinatx, la Paloma y atardecer en La Torre. 

No podéis ir a Ibiza y no hacer, al menos, una ruta de senderismo. Únicamente por las vistas con las que os encontraréis (y que es imposible ver en coche), ya merece la pena. Yo no soy ninguna experta del tema, pero cada vez me gusta más la montaña y cómo me hace sentir, así que, no lo dudamos. Aprendí de mis errores en el País Vasco y esta vez fui preparada: mallas, deportivas y camiseta bien ancha. Antes cómoda que mona. Como os digo, no sé mucho de senderismo, ni de montaña ni na de na, es más, me siento bastante insegura bajando, subiendo y lidiando con las plantas PERO la sensación de reto y superación es tan gratificante que me tiene enganchada por completo. 

Nosotros decidimos hacer la ruta del Faro de Portinatx porque leí que no era complicada y vaya, que me había emperrado con llegar hasta esa monada de faro. Os dejo el enlace a Wikiloc con la ruta porque la explica mucho mejor que yo (¡bendito wikiloc!). Nosotros nos equivocamos, y en lugar de entrar por la izquierda lo hicimos por la derecha y nos metimos bosque adentro y nos fuimos colando de coto de caza en coto de caza. Hubiera sido mucho más fácil hacer la ruta como toca, pero oye, la hicimos un poco a contracorriente, qué le vamos a hacer. 

No le tengáis miedo, hay algún tramo más complicado pero, en general, es una ruta más o menos sencillita y que, de verdad, toda una joyita para la vista: tiene tramos por los acantilados, por el torrente del río, el faro y calitas preciosas y totalmente desiertas. No sé como será en verano, pero nosotros tuvimos la ruta para nosotros solos y nos hizo la temperatura PERFECTA. En ningún momento me quité la sudadera, pero tampoco pasé ningún calor. 

Después de una ruta, no hay cosa que apetezca más que una comida contundente y que reponga pero bien bien. Llamamos a varios restaurantes (os recomiendo llamar siempre para ver si están abiertos fuera de temporada) y nada, todo cerrado. Así que, finalmente, decidimos ir a La Paloma, un restaurante de ensueño en el que se come entre naranjos y gatos el mejor pan de foccacia que he probado en mi vida. Si quieres leer más, te dejo el post por aquí. 

Después dimos un paseo por la finca del restaurante y fuimos corriendo a ver el atardecer a la terraza del hotel, que, de verdad, es idílica. Decidimos descansar un ratito, echar una buena siesta y después bajamos a cenar al centro de Ibiza. Acabamos en un restaurante que se llama Sa Vida, y está fenomenal para tomar unas tapas y unas raciones. El coche no lo pudimos aparcar en la calle (no me quiero ni imaginar como debe ser en verano), pero hay un parking GIGANTESCO muy céntrico en el que podéis dejar el coche. 

 Día 3 - Sant Carles, Santa Gertrudis, Cala Vedella y Cana Sofia

El tercer día decidimos perdernos (aún más) por la Ibiza rural y, madre mía, qué deleite. Os encontraréis con campos de margaritas, almendros y huertos cercados por muros de roca bajitos que permiten que los curiosos que nos paseamos por allí veamos todo lo que sucede y nos empapemos de la calma y la tranquilidad que se respira. A través de carreteras estrechitas fuimos pasando por diferentes pueblos, a cada cual más blanco y con más encanto. Decidimos para en Sant Carles, que tiene una iglesia monísima y en Santa Gertrudis. Allí, en unos taburetes bajos del Bar Costa, al solecito, nos comimos el mejor bocata de jamón que he tomado nunca. Os prometo que el crujiente calentito de ese pan es un auténtico placer. 

No podéis dejar de dar un paseo por Las Salinas, es de las playas más famosas de la isla. Se trata de una playa bastante grande, la enmarcan un montón de pinos, lo cual da una sensación de intimidad y calidez muy agradable. No obstante, debe ser uno de esos enclaves en los que hay tanta gente que pierde gran parte de su encanto.

No queríamos irnos de Ibiza sin probar el bullit de peix, pero en esta época muchos de los sitios donde lo preparan y tienen fama están cerrados. Así que, buscamos un poco por Internet y condujimos hasta Cala Vedella al restaurante Cana Sofía. La cala es una auténtica preciosidad y el restaurante está en frente de la playa, así...imaginad. Comimos solos en el restaurante con vistas a la cala totalmente vacía. Del restaurante salimos rodando: pensábamos que el bullit era únicamente el guisuito de pescado, no teníamos ni idea que después venía un arroz y un postre. En fin, tremendo. Ese día, estábamos que no nos podíamos mover y lo único que nos apetecía después de ver el atardecer era una buena siesta. La puesta de sol la vimos dando un paseo por el paseo marítimo de Sant Antoni. Me resultó muy impactante la cantidad de hoteles cerrados con las piscinas aún llenas de agua (verde y sucia, claro) y el ambiente de abandono y desolación que había. 

Día 4 - S'Illa, Benirrás, Santa Agnes, Puertas del Cielo y vuelta a casa

Teníamos el vuelo de vuelta a las once y menos diez de la noche, así que os podréis imaginar la cantidad de tiempo que teníamos para aprovechar. Nos debatimos entre hacer o no otra ruta, pero entre que no teníamos después un sitio donde ducharnos y la ropa de la ruta un poco sucia, decidimos dejarlo para otra visita (que la habrá). Volvimos al Bar Costa a desayunar un bocata de Ibérico y nos fuimos a explorar calitas. La primera que visitamos fue S'Illa. Aventureros de nosotros, en lugar de ir a la zona más conocida, cogimos un camino tremendamente abrupto, estrecho y duro para los que tenemos algo de vértigo. No obstante, creo que mereció mucho la pena ir allí en lugar de visitar lo más turístico. Simplemente se trata de un cachito de tierra, rocas y un islote enorme privado para ponerte los dientes largos. 

Después, condujimos hasta Benirrás, una playa preciosa. De nuevo, enterita para nosotros. Me quedé con muchas ganas de ver un atardecer allí, así que si podéis preparad unas mantas, algo de comer o beber y a disfrutar de las vistas. Teníamos también pendiente Santa Agnes, un pueblecito enano caracterizado por su iglesia y por tener, en Can Cosmi, la mejor tortilla de patatas de la isla. Pero sin duda, lo más bonito es el paisaje. Es que, de verdad, me parece imposible estar enfadado, estresado o angustiado allí por esos caminos. Cogimos el coche en dirección a alguna cala y no recuerdo muy bien cómo, pero acabamos en Ses Portes del Cel (las Puertas del Cielo). Se trata de un mirador ESPECTACULAR de los islotes Ses Margalides en la costa oeste de la isla. Entre un montón de vegetación se encuentra esta maravilla que a nosotros nos enamoró; además, decidimos comer en el pequeño restaurante que encontráis allí y he de decir que nunca había tomado un arroz con esas vistas (y alioli, por supuesto). Sencillamente, nuestra última comida allí no pudo ser más maravillosa.

Después, paseamos durante un rato y fuimos a una de las calas que hay por el oeste a disfrutar de nuestro último atardecer en Ibiza y rascar las últimas horas que nos quedaban por allí. Una vez oscureció no sabíamos muy bien qué más hacer, así que nos fuimos a tomar un algo a la "heladeria Guay" de Sant Antoni en la que no tenían helados pero eran sumamente simpáticos. Por último, nos dimos una vuelta por la zona de discotecas y de turismo de desfase sin bajar del coche porque os prometo que daba miedo aquel desierto. Todo, absolutamente TODO, cerrado. Parecía una película de miedo, de verdad. Realmente espectacular. Decidimos ir yendo al aeropuerto y esperar a que saliera nuestro vuelo de vuelta a Madrid. Como no, siguiendo la tónica de sitios cerrados, la mayoría de los restaurantes para comer en el aeropuerto estaban cerrados y lo único que pudimos pedir fueron un par de bocatas caros y malos. Así que, si podéis, id con la comida o el bocata comprado de antes.

¿Por qué decidimos ir a Ibiza en diciembre?

Lo cierto es que cuando uno piensa en Ibiza, lo último que se le pasa por la cabeza es visitarla en diciembre. Tenemos la isla mucho más asociada al verano, la fiesta y el calorcito. Vaya, algo así como que "no nos pega" ir a Ibiza en diciembre. Pues bien, nunca he estado en la isla en los meses de verano, pero por lo que he podido ver, creo que los meses más fríos del año son una época perfecta para exprimir la isla al máximo y disfrutar de, como me dijo una de vosotras: la auténtica, la Ibiza que no cierra. 

Si os soy sincera, nosotros decidimos ir a Ibiza porque queríamos irnos el puente de diciembre pero cuando nos pusimos a buscar vuelos ya estaba todo carísimo menos Ibiza. El billete era con diferencia el más barato y ninguno de los dos habíamos estado nunca. Además, por norma general, preferimos hacer turismo sin marabuntas de gente alrededor. Así pues, Ibiza nos pareció buena idea: barato, cerca de casa, vacío y bonito. 

Y puedo decir que no nos equivocamos. Tuvimos la sensación de que la isla era para nosotros, de verdad, un auténtico lujo. Un paraíso particular. Hemos disfrutado de la naturaleza, de la Ibiza rural y las playas las hemos tenido para nosotros solos en la mayoría de casos. Y de decir que, aunque no íbamos preparados, hubo algunos días en los que el agua estaba calentita y bien se podía dar uno un baño. 

Así que si dudas si ir o no a Ibiza en diciembre, se acabó: ve. 

Dónde dormir: Hostal La Torre

Nosotros reservamos en el Hostal La Torre, que por la época nos salía muy bien de precio y la localización es inmejorable. Se trata de un hostal pero vaya, con categoría de hotel. El establecimiento está en Sant Antoni, la zona oeste de la isla y os aseguro que las vistas del atardecer son una auténtica joya. Es un hostal muy cuqui, todo muy instagrameable, lleno de plantas y, como os digo, unas vistas espectaculares. Tiene una terraza cubierta y otra sin cubrir con vistas al mar, por lo que es ideal para tomarse un algo mientras decimos adiós al sol. No es un sitio barato y me parece más recomendable para tomar algo que para cenar o desayunar. En el hostal son un auténtico encanto y aunque la habitación no es enorme, estaba limpia y todo funcionaba perfectamente. 

Planificación

  • Los días antes de irnos curiosée por Internet un montón. Sabíamos que queríamos hacer alguna ruta de senderismo, que queríamos comer un buen arroz y que no queríamos ver únicamente lo típico. Así que bucée por Internet y me armé mi guía de sitios que visitar y donde comer. Yo me organicé con un tablero de Trello y luego pasé todo a Mapstr, la aplicación que utilizo para guardar visualmente todos los restaurantes o cosas interesantes a las que he ido o quiero ir. Mi usuario donde podéis encontrar todo lo que voy guardando es: alecub29.

  • Me gusta hacer un poquito de investigación antes de viajar para no caer en trampas turísticas pero no me obsesiona para nada planificar el día a día al milímetro. Prefiero ver qué nos apetece ese día y, en función de eso, ajustar lo que he investigado. En mi caso, cuando planificaba todo al dedillo sentía una especie de presión por cumplir y al final acababa igual de agobiada que en Madrid. Pero bueno, eso ya depende de cada uno.

  • Una cosa en la que no caímos y que si vais por allí en invierno hay que tener en mente es que a las cinco y media se pone el sol, por lo que oscurece bastante pronto y es conveniente tener esto en cuenta a la hora de planear el día.

  • A nosotros nos hizo muy buen tiempo, a excepción del último día que hizo un viento fino fino. No obstante, mi recomendación es vestir a capas. Durante el día, andando al sol se está bien en camiseta o jersey fino. Por la mañana y por la noche hace fresquete y un abriguito o un pañuelo calentito no viene nada mal.

  • Es casi obligatorio alquilar un coche porque si no es bastante complicado (y lento) explorar la isla. Por lo visto, en invierno el servicio de autobuses se reduce y moverse se complica un poquillo. Además con el coche, tenéis total libertad para explorar y explorar.

En cuanto a dónde ir a comer sin dejarte medio riñón, que esté rico y que encima esté abierto en invierno, pásate por este post de aquí que te lo cuento con más calma. 

En fin, al final me he enrollado de lo lindo, pero me apetecía compartir una mini guía práctica para visitar Ibiza en invierno que os ayude a organizar vuestro viaje (vayáis cuando vayáis) pero que, sobre todo, os anime a visitar la isla en esta época del año. Contar que hay una Ibiza más allá de la fiesta y la noche. A mi sin duda, como cada escapada, cada huída de mi rutina, me ha sentado de maravilla y ha sido ese golpe de aire fresco que necesitaba para recuperar ganas, relativizar los "problemas" y cargarme de ilusión. Como cada viaje, me recuerda lo pequeños que somos y lo mucho que nos queda por descubrir; me obliga a parar del corre corre de Madrid y me demuestra lo bonito que es respirar, disfrutar y, en definitiva, vivir. 

¿Habéis estado en Ibiza? ¿Qué recomendaciones tenéis? Espero que os haya gustado el post y muchas gracias por leerme :) 

Un besote enorme

Romper con la rutina en Extremadura

¡Hello! ¿Qué tal? La verdad es que me hubiera gustado haber escrito este post al día o dos de volver de Extremadura, pero nada, que me ha sido imposible. También es verdad que yo soy muy especialita a la hora de redactar y necesito unas condiciones muy particulares, jaajaja. Pero bueno, afortunadamente escribí cada recuerdo y cada historia en un sobre de papel y todavía ando bastante bien de memoria por lo que puedo contaros cómo fue todo con bastante precisión. 

El caso es que hace un par de fin de semanas canjeamos una de estas caja que nos autoregalamos las Navidades pasadas: los dos estábamos agobiados con tanto Madrid, tanta rutina y tanto corre corre. Buscamos dentro del catálogo de alojamientos un sitio relativamente cerca pero que, a ser posible, se alejase de nuestra realidad diaria: poca gente, poco ruido y algo más de calma. Vaya si lo encontramos. Decidimos pasar el fin de semana en Navalvillar de Pela, un pueblo de la provincia de Badajoz, al lado del embalse de Orellana. Las fotos que veis a continuación pertenecen a la casa de Paquina y su marido, en la zona más tranquila de pueblo. Oficialmente su casa se llama Casa Rural la Lozona, una posada con encanto especial: allí no encontrarás una mota de polvo y te garantizo que tomarás un desayuno que ni el mejor de los buffets. Cada mañana, Paquina sirve un desayuno diferente: cambian los embutidos, los quesos o la mermelada casera con la que es mucho más fácil empezar el día con buen pie. Sin duda, un lugar donde alojarse súper recomendable y diferente a lo que estoy acostumbrada. 

Pero bueno, vayamos en orden. Después de un viernes de nueve a tres en la oficina, el atasco típico del fin de semana en Madrid y unos cuantos kilómetros de carretera, llegamos a Navalvillar de Pela, a casa de Paquina. Debían ser las siete y media u ocho, ya no había luz y no parecía haber timbre alguno, por lo que decidí, en lugar de comprobar si la puerta estaba abierta, aporrear la aldaba (la típica manita de hierro que hay en las puertas antiguas) con la consecuente llegada de Paquina entre risas y exclamando que no había necesidad de utilizar aquello, que podíamos entrar con total tranquilidad. En fin, cosas de pueblerina de ciudad. El caso es que entramos a casa de Paquina y no sé cómo describir el olor a hogar que se respiraba allí dentro: olor a cocina, a aire puro, olor a cosas de toda la vida. Paquina nos enseñó nuestra habitación, nos pusimos cómodos y bajamos a la zona más comercial (una calle) del pueblo. Comenzó a diluviar como no lo había hecho en los últimos cinco meses en Extremadura y, entre refugio y refugio fuimos estudiando cada uno de los locales junto con la inestimable ayuda de las reseñas de Google. Todos los bares estaban desiertos y, para seros sinceros, no invitaban a entrar en absoluto. Decidimos mojarnos, volver a subir toda la cuesta que llevaba hasta la posada, coger el coche e ir al único restaurante que tenía buena puntuación en Google: el Asador Alalba. Allí nos recibieron con los brazos abiertos, fuimos los únicos clientes de la noche y, sin duda, nos robaron el corazón con amabilidad y una sopa de cocido que ni el mejor de las estrellas michelín. Cenamos como reyes, a un precio más que decente y conocimos la historia de una familia madrileña que había decidido dejar la capital, probar suerte con el negocio del Asador y con una capacidad de esfuerzo y sacrificio tremendamente inspiradora. 

El sábado nos levantamos con tranquilidad y mucha calma. El desayuno de Paquina auguraba sin duda un día perfecto: tostadas crujientes, mermelada de melocotón casera, galletas también caseras y un queso espectacular, nos proporcionaron la energía necesaria para ponernos a patear y explorar. Decidimos visitar la zona del embalse de Orellana, no sin antes perdernos (sin ninguna intención) por unos cuantos pueblos –cabe destacar Orellana la Vieja -  y alguna que otra carretera desértica. Supongo que por la época del año en la que fuimos, prácticamente todo era para nosotros: visitamos el embalse como si no hubiese nadie más en el planeta y tuviésemos todo el tiempo del mundo para gastar allí. Y, ¡qué bien sienta! Parar, darse cuenta de que no necesitamos mucho para sentirnos bien, que en la vida no todo es cumplir con objetivos y horarios y que somos muy muy pequeños. 

Cogimos el coche y empezamos a conducir en otra de esas muchas carreteras desérticas en las que se cruzan bandadas de pájaros, casas abandonadas y horizontes infinitos en cada uno de los lados que separa el asfalto. Por recomendación vuestra, fuimos a Medellín. Cruzamos el puente, visitamos la zona antigua y subimos a lo alto del castillo para regalarnos unas vistas de las que nunca una fotografía hará justicia. Fuimos a comer al restaurante Quinto Cecilio, que más que por la comida (que también), bien merecía una visita por sus vistas. Además, el lugar, la decoración y los camareros me transportaron a cuando era pequeña y las mesas se ponían con varios manteles, las sillas estaban tapizadas y a ese "je ne sais quoi" de restaurante español que cada vez está más extinto en la capital. 

Después de Medellín, fuimos (también por recomendación vuestra) a Magacela. Impresionantes las vistas subiendo a la zona del castillo. Por suerte, vimos atardecer desde arriba (aunque no tan arriba porque me he dado cuenta del vértigo que tengo y lo mucho que me cuesta subir montañitas). No era tarde, pero ya no había luz, por lo que no pudimos ver bien bien todo lo que nos hubiera gustado. Visitamos el dolmen de Magacela y conocimos a lugareños que nos hablaron con pasión de los bares y planes que deparaban los diferentes pueblos y rincones de la zona. Si os soy sincera, son estas interacciones, estos encuentros fortuitos con personas que no conozco, los que me inspiran, me llenan de energía y me hacen sonreír en lo más profundo.

De vuelta a Madrid, paramos en Trujillo (de nuevo, recomendación vuestra). Qué pueblo TAN bonito. Nos perdimos por sus calles con olor a queso y perrunillas y, por suerte, el cielo nos regaló un día de esos que, en palabras de Instagram, se describiría como un día #nofilter. Nosotros comimos en uno de los restaurantes de la plaza principal (con reserva), pero, salvo las migas, no destacaría que fuese especialmente bueno y como es de esperar por su localización, el precio era algo elevado. Así que después de un buen paseo y una buena compra de quesos (imprescindible si os gusta el queso y vais por allí), pusimos rumbo a Madrid.

Sin duda, estas escapadas son imprescindibles: sirven para darnos cuenta de lo afortunados que somos de estar vivos, de tener la oportunidad de conocer a gente, aprender de sus historias y disfrutar de todo lo que nos ofrece la vida. Nos sirven para comprobar que muchas de nuestras preocupaciones y agobios diarios no son, realmente tan importantes y que, en muchos casos, tenemos la absoluta capacidad de cambiarlos. En definitiva, nos recuerda que aún nos queda mucho que explorar, que el tiempo existe más allá de nuestros horarios frenéticos y, que hay infinitas maneras de ver y vivir la vida. 

Y hasta aquí el post de hoy y el resumen de nuestra escapada. Como siempre, quiero agradecer millones cada una de las recomendaciones que nos distéis: nos construimos el viaje sin consultar a Google y nos dejamos llevar por vuestros chivatazos. Así que, gracias. Espero que os haya gustado el post y que me contéis cuál fue vuestra última escapada en los comentarios. Un besote gigante. Nos leemos pronto. 

Pasos en Urdaibai: nuestro verano en el País Vasco

¡Aloha matriculeros! No sabéis las ganas que tenía de traeros este post y contaros todos los detalles de mi escapada al País Vasco, más específicamente a la reserva de la biosfera de Urdaibai. La idea principal de este viaje era huir de dos cosas: el calor de la capital y de las grandes ciudades. Es decir, nos contentábamos con cualquier temperatura inferior  a los treinta grados y no teníamos ninguna intención de pisar Bilbao o San Sebastián (que también son un planazo). Nos alojamos en Bermeo, en un piso frente al puerto. Bermeo es un lugar donde no encontraréis mareas de turistas, se nota que es un sitio frecuentado por locales y recuerda bastante a "pueblo de antes". Aunque no tiene muchísimas cosas que ver, tiene un malecón súper agradable y largo de pasear, un montón de bares donde beber una copa de txakoli y está a una distancia perfecta de todo. Me encantó el hecho de estar algo alejados de las zonas más turísticas pero al mismo tiempo estar bien conectados y cerca de todo lo que queríamos ver. Sin duda, una de mis recomendaciones si pasáis por Bermeo es hacerlo en los primeros días de vuestros días por allí para que os puedan dar las mejores recomendaciones en la oficina de turismo de Bermeo. Nosotros íbamos con un idea más o menos de lo que queríamos hacer, pero en la oficina nos guiaron y nos dieron unas recomendaciones estupendas sobre las que luego basamos el viaje. Nos dijeron a que sitios mejor ir andando, a cuales merecía la pena desviarse un poco y cómo exprimir al máximo Urdaibai con el tiempo que teníamos. Así pues, el DÍA 1 lo dedicamos a viajar de Madrid a Bermeo, hacer la compra, descansar un poquito y patear Bermeo bien a fondo (siguiendo las indicaciones que nos dieron en la oficina de turismo). Esa noche cenamos en la terraza del bar Oker, muy recomendable para comer rico en pleno centro del pueblo.

DÍA 2 - MUNDAKA y SAN JUAN DE GAZTELUGATXE

El segundo día anduvimos...y mucho. Comenzamos la mañana relativamente pronto y caminamos desde Bermeo hasta Mundaka. Hay un paseo perfectamente trazado que conecta ambos pueblos y que, con sus cuestas, resulta tremendamente agradable. Una vez en Mundaka el plan no fue otro que perdernos por sus calles y...tomar un café. Porque sí, amigos míos..yo soy muy de café y cuando llego a un sitio después de un rato de trote me gusta disfrutar de una buena taza de café con leche. Una vez satisfechas mis ansias cafeteras, dimos una vuelta y acabamos en el mirador de la playa, ensimismados. Las vistas son inmejorables: una playa enorme, que se transforma según sube y baja la marea, y surferos intentando cazar las olas. Nosotros tuvimos la enorme suerte, y digo suerte porque adoro este tipo de días, de que nos tocase un día lluvioso y ventoso. Así, no sólo nos evitamos una buena sudada, sino que evitamos aglomeraciones de gente. Así que, estupendo. Nos acercamos a la oficina de turismo para que nos recomendasen una ruta con la que pudiésemos exprimir al máximo el pueblo y, bueno, eso hicimos. Consejo: ¡mirad el tiempo! Si la previsión indica lluvia, llevad con vosotros un chubasquero porque en Mundaka es imposible encontrar uno. Os lo digo por experiencia. 

Mundaka nos enamoró, la verdad. Nos quedamos con ganas de volver con mejor tiempo para disfrutar del ambiente animado e internacional que suele haber en este pueblo. La visita obligada de Mundaka es, sin duda, la Ermita de Santa Katalina. Se trata de esos lugares en los que uno se detiene, observa la infinidad del mar y respira. Simplemente eso, respirar. Además de eso, en Mundaka os recomiendo simplemente que andéis y os empapéis del encanto del pueblo. Por cierto, aparcar es complicado, por lo que es recomendable ir andando o bien pronto. 

Por la tarde decidimos ir a visitar San Juan de Gaztelugaxte (que a día de hoy sigo sin ser capaz de pronunciarlo). Se trata de un islote en el que se encuentra una ermita de lo más mona e ideal pero que, sin duda, os la vais a tener que trabajar. Llegar a ella no es fácil y os recomiendo unas buenas zapatillas y ropa cómoda. No seáis como yo, urbanitas y fashionistas del "todo por la foto" y sacrifiquéis un atuendo cómodo por la foto. Porque aviso...no tendréis foto bonita. Hace viento, probablemente lluvia y es más que probable que acabéis un poco sudados. 

Lo más recomendable es ir bien pronto por la mañana o más bien tarde, hacia las siete para evitar grandes aglomeraciones. Ya sabéis, se trata de uno de los reinos de Juego de Tronos, por lo que su atractivo se duplica por...mucho. Yo, la verdad, es que me quedé en la primera temporada de la serie, pero Carlos tenía ganas de pisar Roca Dragón y sentirse "padre de dragones" por unas horas. 

Tenéis dos caminos para acceder: uno asfaltado, algo más largo y el corto, para novatos de la montaña como yo, de dificultad: "último nivel del juego Pesadilla en la Montaña". Pero bueno, al final lo conseguí. Sufrí, me angustié, patiné un par de veces pero lo conseguí. Me quedo con eso. Después del maravilloso camino embarrado y empinado (hacia abajo), únicamente os faltan 241 escalones para llegar. Pero llegaréis, os lo prometo. Y merecerá la pena. Una vez arriba, lo primero...¡FOTO! Se trata de un #glamourfit en toda regla. Después, si está abierta la ermita, hay que tocar la campana y coger algo de aire. La vuelta es algo más sencilla (o al menos lo fue para mi). Eso sí, TODO cuesta arriba. 

Huelga decir que mis pies acabaron fritos y con un par de uñas negras, cosa que no me había pasado en la vida. Así que, amichis, insisto...CALZADO CÓMODO. 

DÍA 3 - CABO MATXIXAKO y BOSQUE DE OMA

Por si no habíamos tenido suficiente el día anterior, decidimos que queríamos andar más. ¡Todo por los pasos! De hecho, estuvimos todo el viaje enganchados al cuentapasos del iPhone, picándonos por quién había dado más. Todo muy jelzi. Bueno, os cuento. El tercer día fuimos al cabo Matxixako. Podéis llegar al faro en coche por un camino sin asfaltar, no obstante, yo os recomiendo patearlo y disfrutar del camino porque, de verdad, merece la pena. Nosotros vivimos las cuatro estaciones durante el paseo, tan pronto necesitabas el chubasquero para no morir ahogado que querías tirarlo bosque abajo. El paisaje también va cambiando: de vegetación frondosa y densa a algo más parecido a prado, con ovejitas y todo. Perdonadme la terminología, de naturaleza sé más bien poco...por ahora. 

Una vez lleguéis al final, al faro, veréis que es también un observatorio de...BALLENAS y aves. Nosotros no lo hicimos, pero os recomiendo mirar a qué horas se ven con más facilidad para ir entonces porque debe ser todo un espectáculo. De nuevo, pocas fotos que hay mucho viento. La naturaleza no está para tonterías.

Después del cabo, hicimos una parada en la Playa de San Antonio. Preciosa. Si la marea está baja podéis pasear tranquilamente dentro de la playa. Es precioso, de verdad. Eso sí, nada de comer en el restaurante que hay ahí porque es horrible. Únicamente hay uno, así que no tiene pérdida. Id comidos o llevad vuestra comida, consejo de sufridora. 

Una vez comidos y paseados, pusimos rumbo al Bosque de Oma. Justo antes de empezar la ruta, tenéis un restaurante estéticamente ideal y que, sinceramente, parecía tener una comida de hacer chiribitas los ojos. Comenzamos el camino, más bien cuesta arriba en su mayoría, asfaltado y apto para novatas y temerosas de ciudad. Eso sí, como todo lo bueno, el bosque se hizo de rogar un poco y tenía unas escaleras XXL y resbaladizas esperándome. Menos mal que hay una barandilla y, aunque fui a paso de tortuga, no me maté. Eso sí, el bosque merece la pena. Mucho. Yo volví a los tres años y a moverme de lado a lado para ver las diferentes formas y juegos visuales que se crean. Chulísimo. La vuelta al coche, de nuevo, fue algo dura. Un buen trecho del camino era "natural", ósea, con barro, rocas, cuestas y elementos que resbalan y me dan pánico. Pero luego hay un largo y empinado camino de asfalto que tiene unas vistas increíbles. En fin, muchos, muchos, muchos, muchos pasos. 

DÍA 4 - PLAYA DE LAGA, ASADOR BEDUA, ONDARROA, MUTRIKU

El cuarto día nos lo tomamos con más calma. Nos levantamos algo más tarde y fuimos a ver la playa de Laida y la de Laga (de la cual hablaré después). Como hacía "mal" tiempo había poca gente, con lo cual, yo encantada de disfrutar de ese paraje desierto. Después, y algo tarde, cogimos el coche a Zumaya, a un restaurante que nos recomendó una compi del máster que es muy divina y sabe mucho de cosas buenas y fuimos al Asador Bedua. Bueno, ¡qué espectáculo! Si tenéis la ocasión, id. Comida casera casera y unas vistas para enamorarse. 

De vuelta a casa, hicimos varias paradas por la costa de Mutriku, y es que, de verdad, es imposible no enamorarse del País Vasco. Si tenéis tiempo, os recomiendo bajar a alguna de las playas porque son espectaculares. Y si no, hay miradores por toda la costa para deleitaros y disfrutar. Un poco más cerca de casa, paramos en Ondarroa, un pueblo monísimo con mucho ambiente e ideal para hacer una parada en el camino, tomar un café y disfrutar. 

DÍA 5 - MARISMAS, KAYAK RÍA URDAIBAI Y ATARDECER EN LAGA

El último día, el único que nos hizo bueno, decidimos alquilar un kayak y hacer el descenso de la ría de Urdaibai. Es decir, desde el mar, recorrimos las marismas y remamos como auténticas olímpicos. Bueno, igual no tanto. En mi caso, nunca había hecho kayak, y, sin duda, es una de las experiencias más significativas que me llevo de este viaje. 

Se trata de algo que se encontraba fuera de mi zona de confort por completo: agua, bañadora, remar, naturaleza...no sé, la idea de hacerlo me daba algo de miedo y me incomodaba. No obstante, una parte de mi quería hacerlo desesperadamente, probar. Así que, a pesar de todo, me atreví, y lo hice. Y no me arrepiento para nada. Cuantas más zonas de confort rompo, más feliz soy, de verdad. Más orgullosa de mi misma me siento. No os hacéis una idea de lo incómoda que me sentía al principio andando por ahí con el bañador, entrando y saliendo de la canoa o andando por el campo descalza y, de nuevo, sólo con el bañador. Pero lo hice, y aquí estoy, contándolo. Viva y con un poco menos de complejos. Además, me bañé en el mar, cosa que hacía muchos años que no hacía. Muchos. 

Con esto simplemente os quiero animar a que, si estáis dejando de hacer cosas que os apetecen hacer por miedos o complejos, especialmente por complejos, cojáis...y lo hagáis. Nada, de verdad, nada, os va a hacer sentir mejor. El autoamor que conseguiréis haciendo esto no os lo puede dar nadie por mucho que os quiero. Y sienta TAN bien. Es TAN liberador.

Pero bueno, volviendo a lo que nos concierne, el Kayak lo alquilamos en la playa de Laida. El recorrido es fácil (al menos en las condiciones que lo hicimos nosotros) y es una manera chulísima de vivir la ría de Urdaibai.  

Por último, nosotros cerramos el día con una recomendación del señor de los Kayak, ir a ver el atardecer en la playa de Laga con una cervecita. Creo que la playa de Laga es el lugar que más me ha gustado del viaje y no sé muy bien por qué. Simplemente tiene algo especial. Se trata de una playa recogida, que te abraza. La mezcla de verde, rocas y mar es sencillamente perfecta. Con un vinito y un pincho de tortilla vimos atardecer en un lugar mágico. Eso sí, refresca, así que llevad algo de abrigo. 

Y hasta aquí el viaje a Urdaibai. Ha sido una escapada perfecta, de verdad, no cambiaría absolutamente nada. Volveré, seguro. Este viaje me ha despertado el gusanillo del turismo de naturaleza: quiero familiarizarme con la montaña, perder el miedo a las cuestas y el pánico a los bichos. La verdad es que han sido unos días mágicos, también gracias a la compañía que llevaba, claro está. Al final, cualquier sitio está bien si la compañía que tienes (aunque seas únicamente tú) es buena. 

Espero que os haya gustado. Cualquier duda o si queréis detalles más específicos, estaré encantada de responderos por donde queráis: email, comentarios o redes sociales. ¡Un beso enorme!

Escapada al norte: Donosti, Zumaia y Zarautz

Aloha matriculeros! Como ya visteis por nuestro Instagram y demases redes sociales, sabéis que este pasado finde nos fuimos a dar un voltio por el norte. No teníamos mucho tiempo porque la titi (Emma) curraba el viernes y teníamos que volver el domingo. Pero bueno, creo que lo aprovechamos bien y, la verdad, siempre sienta bien salir un poco del asfalto madrileño y cambiar de aires. Cogimos todo con súper poco tiempo la verdad...en un principio íbamos a Cádiz, no os digo más. El caso es que partimos hacia Donosti el viernes después de que Emma saliese de trabajar y llegamos ya de noche a la pensión donde nos alojábamos, cerca de Donosti, en Astigarraga. El sitio está bien. Aviso, no es el Ritz. Las habitaciones están bien de tamaño, limpias y con todo lo necesario. Además está a siete minutos del centro de Donosti, con lo cual, para nosotras, bien. Si os alojáis allí alguna vez, os aviso que puede que tengáis que entrar por un ascensor montacargas que no tiene puertas. Sí. Nosotras lo flipamos un poco cuando, a las diez de la noche, llegamos allí y no veíamos ninguna puerta a la que llamar. Menos mal que otro huésped andaba por allí con la llave del ascensor y nos confirmó que se subía por ahí. Si no, nos tocaba acampar seguro. 

El sábado nos levantamos pronto y fuimos a desayunar a Donosti. Aparcamos el coche en un parking (el del Buen Pastor, si no recuerdo mal) al lado de la catedral y nos pateamos todo de abajo arriba. Eso sí, desayunando primero. El sitio al que fuimos estaba en frente del Ayuntamiento y se llamaba...no me acuerdo. Pero justo detrás del ayuntamiento. Pateamos paseo arriba, paseo abajo, nos doramos bien y después dimos unas cuantas vueltas por la zona de calles estrechas y pintxoooos. Para comer fuimos a la Taberna de Blas, un sitio de la familia de un compi mio de la uni, que súper recomendable también. Comimos unas patatas asadas que estaban...ñooom. Después pateamos un poco más, nos entretuvimos en Arizona Vintage un rato (sip, ya sabéis que somos unas shop-aholics) y nos fuimos a refrescarnos un pelin al hotel. 

Por cierto, varios de vosotros nos recomendasteis un sitio llamado Maiatza, es así como healthy con cosas vegetarianas/veganas y demás. Lo vimos por fuera pero me quedé con las ganas para la próxima vez. ¡Muchísimas gracias por vuestras recomendaciones! SOIS AMOR. 

Ese mismo día por la tarde nos fuimos a Zumaia. Un pueblo preeeecioso al ladito, ladito. Veis, estas cosas me gustan del norte (y otras zonas)...que coges el coche y en media hora estás en un sitio precioso y diferente. En Madrid tenemos Segovia, Toledo...sí...pero al final el resto es todo muy monótono. No sé, llamadme loca. El caso es que Zumaia nos enamoró a las dos, y eso que había muchísimo turista. Seguro que en una época más tranquilita tiene que ser una maravilla. Subimos a la ermita desde donde se ve el acantilado y sin palabras, precioso. Nos costó lo suyo encontrar  la playa que veis en las fotos, pero con un poco de insistencia y práctica en la lectura de mapas, lo conseguimos. Nos costó lo nuestro aparcar en Zumaia por si os interesa...aparcamos cerca del camping, que está un pelín alejado del centro centro. Pero vamos, nada grave. Obviamente, también nos tomamos unos pintxos de infarto y tan ricamente. Después nos volvimos a cenar a Donosti a un sitio que, la verdad, no me acuerdo. Pero bueno, como todo. 

El domingo yo me levanté con los pies mal. ¿Por qué? Pues porque me puse de fashion victim y estrené en Zumaia a lo grande las fashion sandalias que me había comprado ese mismo día en Arizona Vintage. Total que ya andaba yo un poco cojilla. Salimos pronto de la pensión y pusimos rumbo a Zarautz, otro sitio precioso. Es bastante más grande que Zumaia y hay como mucho ambiente surfero, de playa pero todo muy agradable. Aparcamos a tomar por viento y medio del centro porque no estábamos muy seguras de poder encontrar sitio más céntrico y además, nos estábamos muriendo por desayunar. Así que, como os digo, aparcamos en un parking de tierra que costaba 2,5€ para cuatro horas (creo) y 5€ todo el día. La tarjeta de crédito no iba en ninguna máquina, aviso. Y tampoco daba cambio. Y tampoco admitía billetes. Yo solo aviso, que la máquina es un poquito picky. El caso es que desayunamos en una cafetería que había al ladito del parking...rico, pero tampoco la panacea. Anduvimos y anduvimos hasta llegar a la oficina de turismo. Entre medias me cambié de zapatos y me puse unas chanclas que Emma se había traído por si bajábamos a la playa. Maldito momento oye. Me abrasé ambos dedos gordos. Wo-hoooo. Total que iba yo con un sufrimiento del serio. Pero bueno, en la oficina de turismo fueron majísimos y nos contaron todo con una sonrisota que así da gusto. Por Zarautz simplemente dimos una vuelta, vimos la playa y nos dejamos llevar un poco. Tomamos el mejor croissant que he probado en mi vida en Já Zarautz. Por lo visto es la panadería/pastelería del hijo de Arguiñano...pero mira, entre lo mono que está todo puesto y lo rico que estaba ese bollo, me robó el corazón. MUY RECOMENDABLE. Y poco más, cuando ya nos dio la hora del parking, fuimos para allá y pusimos rumbo a Madrid. Me quedo con mogollón de ganas de volver otra vez con más calma y disfrutar de todo bien ( y comer mucho más, jajaja). 

Espero que os haya gustado el post y las fotos de Emma! Contadme vosotros vuestras vacaciones/experiencias por aquí y demás! Un besote fuerte!

Escapada a Burriana y Peñíscola

¿Cómo de bien sienta salir unos días de nuestro entorno habitual? Pues ya os lo digo yo, sienta fenomenal. Ojalá pudiese hacerlo más a menudo. En el post de hoy os dejo un resumencillo, más bien fotográfico que textual de lo que fue el mini viaje.
Salí el viernes de Madrid en un corre corre que ni os hacéis idea porque había mirado la hora de salida mal. Sí, olé yo. Y aquel viernes Atocha parecía que estaba de rebajas. En fin. El viernes noche llegué y prácticamente fui zombie a la cama. El sábado, como iba a hacer tiempo regulero y yo había descubierto un enorme agujero en el culo de mis vaqueros, decidimos entrenar por la mañana en la playa, comer LA señora paella en Nules y después bajar al centro comercial a que pudiese comprarme algo. Hacía tanto viento matriculeros, pero tanto viento. Por la tarde dimos uno de nuestros ya habituales paseos por el Espigón de Burriana y pude disfrutar de esos atardeceres que no acostumbro a ver mucho por la capital. Sin palabras, me deja sin palabras cada vez que lo veo.

El domingo, que hacía más solecico, decidimos ir pasar el día a Peñíscola. Y OMG, enamoraíca me quedé. Qué sitio tan bonito. Nos dedicamos a hacer lo que manda la guía del turista obediente y visitamos el castillo, los jardínes y comimos una caldereta de rape que...apuf. Estaba TAN rico y yo tenía TANTO hambre. El sitio donde comimos se llama Casa Dorotea, y repetiría. Yes. Yes. YES. Paseamos, paseamos y paseamos un poco más. Antes de volver a Burriana, paramos en un pueblecito que se llama Torre la Sal, y eso es como Cactusland. Me encantó. Se respiraba una tranquilidad (claro, estamos en la playa en Febrero) y el paseo por la playa y demás era tan...no sé, tenía algo.

Guimaraes, Barcelos y Oporto

¡Hola hooooola! Yo os lo dije que si hoy podía tendríais un doblete de posts...y aquí estamos. Prometo no enrollarme tantísimo como en la entrada de braga, que me puse a hablar y no callé. Además, vais a ver que en las ciudades que os comento estuvimos apenas unas horas y con unos calores que nos tenían andando a velocidad tortuga de Galápagos.

Así que nada, vamos con la segunda parte del recorrido turístico.

Guimarães

Al día siguiente de llegar a Braga fuimos a Guimarães; unos cuantos de vosotras ya nos habíais comentado que era una ciudad preciosa y que nos iba a gustar un montón. Y efectivamente, nos encantó. De nuevo, Guimarães tiene ese aire viejuno de Portugal que a mi me resulta encantador.

Es una ciudad muy chiquitita y se puede recorrer perfectamente en unas horas, así que podéis ir a pasar la mañana por ahí y volver después de comer a vuestra ciudad base a seguir turisteando.

Esto de aquí arriba es una de las plazas principales y como podéis ver sólo unos pocos turistas teníamos la voluntado de cocernos la cocorota al sol. Nosotras comimos en un restaurante de estos pensados para guirirs en esa misma plaza, pero la verdad que estaba riquísimo, barato y con opciones healthy...así que ninguna pega. Estuvimos buscando alrededor de unos veinte minutos un restaurante que habíamos visto recomendado en Internet pero por más que pasábamos por la esquina en la que se supone que estaba...no veíamos el dichoso sitio. Así que nada, entre el calor y que teníamos los pies fritos decidimos meternos a este otro restaurante.

Barcelos

¿Sabéis el típico gallito que nos trae todo el mundo cuando va a Portugal? Bueno, pues ese gallo se llama "Galo de Barcelos" y es natural de esta ciudad tan chiquitina, mona y calurosa. De nuevo, no vayáis con la idea de encontraros un gran monumento que os corte la respiración y os sirva para presumir a vuestra vuelta. Sinceramente, creo que lo mejor de Barcelos es perderte por sus calles y disfrutarlas: los azulejos, los colores de las casas, las puertas, los balcones, etc. Simplemente resulta muy agradable pasear y empaparse de esa sensación de estar en el pasado.

Oporto

En un principio íbamos a ir a pasar el último día a Aveiro, pero los precios del tren y el horario nos venían fatal. En cambio, para Oporto había mil trenes y uno más a un precio eeeeeeeeexcelente. Y pensamos, oye, ¿no nos encantó Oporto? Pues vamos otra vez, comemos en nuestro restaurante favorito y vemos la ciudad con algo más de calorcito que en enero (que en aquel viaje nos CONGELAMOS).

Lo cierto es que nos hizo más bien fresquito. Aunque a ratos hacía calor humedoso, de este que andas y te quedas pringosete. Y claro, más con esas cuestas que me trae mi querida Oporto. Pero bueno, me reitero una vez más: Oporto me parece una ciudad preciosa. Como ya os hemos petado a texto y fotos y tenéis un post enterito dedicado a Oporto no me voy a enrollar más contandoos cómo es Oporto. Si queréis saber más tenéis el link por aquí :).

Braga

Hello our frendz!!

Teníamos pendientísimo contaros nuestra escapada a Portugal. Si ya sois habituales por aquí, sabréis que en el frío mes de enero nos fuimos con mi amigo Guz a pasar unos días en Oporto y lo contamos todo todito por aquí. Me acuerdo que en aquella entrada os comentaba cómo creo que, al tener Portugal tan al ladito, lo vemos como un sitio poco exótico al que viajar, como con poca chicha, ¿no? Vamos, que si les contamos a nuestros amigos que nos vamos a dar un voltio por tierras lusas como que suena poco aventurero. O igual no. Igual es todo una paranoia mía. El caso, las tres veces que he estado en Portugal, las tres veces que me he quedado enamorada: viajar allí es barato, hacer turismo es barato, la gente es amable hasta decir basta y qué decir de la comida...pasteis de nata, no necesito decir más. Y lo que no son pasteles de nata también, que será por variedad. 

Así pues, quedamos tan encantadas con Oporto en enero (y con el precio de viajar allí) que decidimos empezar el verano con un viajecito corto al norte de Portugal. En un principio teníamos la intención de alojarnos en Oporto y después movernos en tren a las diferentes ciudades, pero no quedaba ni medio sitio libre y decidimos buscar algún sitio donde descansar los pinreles en Braga. Braga, para quién no lo sepa, es la tercera ciudad más poblada de Portugal y está en el norte de Portugal: está muy bien comunicada por autopista, tren y hay mogollón de autobuses. Así que problema para moverse si no llevamos coche, ninguno. Sí que es verdad que desde Oporto salen más trenes y ende hay más variedad de horarios y a veces es más barato...pero vamos, para ir a las principales ciudades y demás con tren y bus sobra y basta. 

Hemos decidido dividir el post en dos partes porque si no quedaba eterno y no queremos que os aburráis de tanto darle a la ruedecita del ratón. Así que, vayamos por partes: primero Braga y después el resto de ciudades. 

Como os comento, dormimos en Braga durante toda la estancia. Estuvimos en un hotel que se llama Axis Basic Braga y como su mismo nombre indica era un hotel basiquísimo. Tenía lo justo y necesario para estar cómodo (incluyendo un BUENÍSIMO aire acondicionado), aunque de Wifi nada de nada. ¿Internet? Apoquina, majete. El desayuno, tipo buffet, lo cogimos el primer día y ni uno más. Si pasáis por allí y no tenéis el desayuno incluido, nosotras no lo recomendamos para nada. Con la cantidad de sitios chulos y ricos (y baratos!) que tiene Braga, pagar 4 euros por cabeza por un pedazo de pan, embutido de bote, fruta reseca y bollos de plástico...como que no. Por menos del precio de un desayuno en el hotel te marcas uno rico rico por la ciudad.

En fin, que a mi me pones a hablar de desayuno y me enrollo como las persianas. La primera foto que veis aquí es el aeropuerto de Oporto, para mi, uno de los más bonitos, cómodos, cuidados y simpáticos que conozco. El Internet en el aeropuerto es gratuito, así que nos pedimos un buen café y nos pusimos a ver cómo podíamos llegar a Braga. Entre que no teníamos billetes de 5 o 10 euros para comprar la tarjetita para el tren (porque la máquina no cogía otra cosa) y que entre llegar a la ciudad de Oporto y después a Braga íbamos a tardar la vida, compramos un par de billetes de un servicio de shuttle. Os cuento un poquito sobre GetBus (el servicio de shuttle) porque es una empresa de unos jóvenes emprendedores y yo con esas cosas soy muy solidaria y entiendo lo mucho que ayuda compartir la información. Así que nada, por si os es de utilidad. Dos jovenzuelos han empezado este servicio de shuttle entre el aeropuerto de Oporto y Braga (creo que también aeropuerto y Guimarães) que te lleva desde la puerta del aeropuerto a la estación de buses. Y viceversa, claro. Un autobús FRESQUITO, cómodo y que va directo. No se puede pedir más. Cuesta ocho euros, y la verdad, bien invertidos: te olvidas de la maleta, son muy majetes y no hay riesgo de perder trenes, retrasos y demás. Puntuales como un reloj. Eso sí, los horarios son los que son y hay que adaptarse un poco a ellos. Pero bueno, de vuelta a Madrid nos tocó pasar unas cuantas horas en el aeropuerto, pero como os digo: hay enchufes, hay internet, hay comida y si todo eso nos falla...siempre quedará un buen libro. 

 

Pero sin duda, nuestra parte favorita de la visita a Braga fue la subida a Bom Jesus. Es una de esas cosas que por mucha foto que saques, por mucho que lo expliques, hasta que no estás allí es difícil entender la espectacularidad del asunto. Desde Braga cogimos el autobús 2 que te deja en la misma puerta del elevador al monte donde está el santuario (y el bosque que le sigue). Puedes optar por subir las escaleras andando o como os digo, coger el funicular (que funciona con agua y es más antiguo que tu y que yo juntos). Nosotras cogimos el simpático tren que te lleva a las alturas porque era ya nuestro último día y estábamos agotás. Pero la verdad, no me faltaron ganas de subirlas algún días andando...o en un entrenamiento (para morir).

Las vistas son increíbles, pero sin duda, lo más ALUCINANTE es el bosque que está detrás del santuario. Ya os digo, las fotos no le hacen justicia...pero oye, os podéis hacer una idea. A mi, que la naturaleza como que con distancia...me dejó sin palabras. No hice más que repetir: qué bonito, increíble, holy cow, dioooh...y asín.