Escapada a Gredos: nieve en Arenas de San Pedro y Guisando

¡Aloha! Ya estaba yo tardando en subir un post de escapada...con lo que me gustan a mi últimamente. En general, prefiero escribir este tipo de entradas a los pocos días de haber ido: todavía guardo en la memoria todo bien fresco y mantengo mucha emoción dentro. Creo que, en cierta manera, cuando estoy en ese estado, los posts se contagian de ese sentimiento y quedan más especiales. 

Pero bueno, no siempre puede ser y se me ha ido un poco de fecha la publicación (y creación, vaya) de este post. Aunque, como siempre decimos, más vale tarde que nunca. Vaaaaayamos al tema en sí. 

Resulta que por mi cumple, Mr. me regaló una escapada a la Sierra de Gredos: botas de montaña y casita rural incluida. Hacía unos meses habíamos hablado de visitarlo, del pecado imperdonable que suponía tener semejante paraíso tan cerca de casa y no conocerlo. Total, que yo encantada cuando recibí el regalo, me probé las botas y empecé a curiosear qué podíamos hacer por la zona. 

¿Dónde dormimos?

En Gredos hay muchas zonas que visitar, pero nuestra casita estaba en Arenas de San Pedro. La verdad es que tiene unas vistas espectacular de la Sierra de Gredos y está localizada en un sitio estupendo para hacer rutas y cerca de muchos lugares de interés. Nosotros nos hospedamos en Casa Crisol, en concreto, en la casa Uria. La verdad es que salimos encantados: tanto por la casa como por el trato que recibimos. Se trata de un conjunto de casitas desperdigadas en medio de un montón de bosque. La casa Uria, en la que nos hospedamos nosotros, tenía dos plantas: la de abajo cuenta con una cocina, un salón y un baño. En la planta superior se encuentra el dormitorio, con una ventanita en el techo monísima y una cama con el edredón más calentito que he probado nunca. De verdad, aquel edredón no dejaba escapar ni media pizca de calor. 

La casa nos gustó muchísimo, de verdad. La cocina tenía todo lo necesario para cocinar casi cualquier cosa y un tostador que me gustó tanto que me lo acabé comprando cuando llegué a Madrid. Tenía chimenea, televisión, sofá-cama y hasta una Wii. Al llegar, nos recibieron con yogur casero en la nevera y palmeritas de chocolate de una pastelería del pueblo. Vaya, como para quejarse. Además, cuando llegamos nos dio la bienvenida Juan, un perrito de estos que te hacen poner voz de tonta y quieres ahogarlos a besos. Miguel, el anfitrión, fue un encanto: nos dejaron salir a la hora que quisiésemos el domingo y nos dieron mogollón de recursos para aprovechar nuestros días allí.

Día 1- Senda de Pescadores

Íbamos con la de idea de hacer rutas y fundir mis nuevas botas de montaña. No tuvimos mucha suerte con el tiempo, la verdad. El sábado nos llovió durante todo el día, por lo que la ruta se complicó un poquillo y no pude sacar muchas fotos. A pesar de la lluvia, decidimos salir igualmente y hacer una ruta sencillita: la Senda de los pescadores. Os dejo el enlace a Wikiloc, y así podéis consultar la ruta. A pesar de ser muy tecnológicos y llevar todo en el móvil, decidimos guiarnos por las señales y...bueno, acabamos perdiéndonos. Subimos, bajamos, volvimos a subir, volvimos a bajar y nada, que acabamos andando una hora por la carretera para llegar al coche. Anduvimos 15km con lluvia initerrumpida durante muchas horas y llegó un punto en el que estábamos cansadísimos, muertos de frío y un poquito empapados también. 

No obstante, he de admitir que para este viaje decidí aprovechar las rebajas e invertir en un buen abrigo para el frío y la montaña. Me compré este modelo de Columbia que incluye el impermeable y el polar. Lo cierto es que no pasé ningún frío salvo cuando ya, al final del recorrido, tenía las mangas del polar empapadas y empezó a calar. Pero vaya, encantada estoy con mi abrigo rosita y anti-frío. 

Día 2 - Nieve, Charco Verde y Guisando

El domingo, que ya volvíamos a Madrid, hizo mucho mejor día. Además, como podíamos dejar la casa cuando quisiéramos, nos tomamos la mañana de exploración y volvimos a casa a comer. Cogimos el coche y como queríamos ver nieve, subimos hasta Nogal del Barranco. Antes de llegar hasta ahí, paramos en un campamento de tipis donde había un montón de senderos preciosos, arroyos nevados y unas vistas de infarto. Cuando llegamos a Nogal del Barranco (muy despacito y con mucho cuidado)  se empezaba a adivinar una tormenta fina filipina. Así que nada, simplemente anduvimos un rato y descendimos la carretera hasta "El Charco Verde". Allí hicimos un poco la rana y saltamos de piedra en piedra y después nos tomamos un cafecito. De ahí, continuamos nuestro descenso hasta Guisando, un pueblo de montaña que a mi me robó el corazón. Las vistas, las casas blancas, el olor a plato de cuchara...No me importaría pasar allí unos días, la verdad. 

Tras nuestra excursión mañanera, que bien podría dar para unas cuantas rutas a pie, volvimos a casa, comimos, nos echamos una siesta y volvimos a la jungla de cemento donde vivimos, trabajamos y pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. 

Como siempre digo, este tipo de escapadas me resultan deliciosas. Disfruto tanto cada ratito allí: desde la emoción de que den las 3 del viernes para comer de tupper en la carretera, hasta el calorcito del edredón o incluso la agridulce sensación al volver. Al ser tan cortas, no se muy bien por qué, las disfruto intensamente; son una pequeña recompensa a una semana de oficina y rutina. Me encantan. 

A veces, soñamos con viajes exóticos y lugares lejanos y se nos olvidan las joyitas y maravillas que tenemos a apenas una o dos horas de casa. Sin duda, os recomiendo encarecidamente una visita a tierras abulenses, y más concretamente, a la Sierra de Gredos. Sin ningún género de duda, I'll be back

Como siempre, muchísimas gracias por leerme. Si tenéis algún chivatazo de escapada, no dudéis en compartirlo en comentarios conmigo.