El norte de Argentina en coche: Salta y Jujuy

¡Hello! No se me ocurre mejor manera de amenizar el lunes que con un nuevo post sobre Argentina. No os voy a engañar, se me hace muy duro la revisión de fotos para el post. No sabéis lo que daría por volver atrás y estar allí otra vez. Pero en fin, como todavía no tenemos ese superpoder, me conformo con escribir este post y revivir aquellos días.

Como os conté en la Guía de Argentina, decidimos recorrer el norte en coche. Quien dice “el norte” dice una ínfima parte del norte. Recordemos las dimensiones gigantescas de este país. Bien, nos decidimos por el norte frente a otras opciones como Iguazú porque nos atraían enormemente las postales del desierto que encontramos por internet. Nos parecía que sería la parte que, desde un punto de vista cultural, más diferente se nos podía hacer a lo que estamos acostumbrados y la posibilidad de recorrerlas en coche nos conquistó.

Salta

Nosotros volamos por la noche desde Buenos Aires hasta Salta. Una vez en Salta, cogimos un “remis” (o taxi) hasta el hostel, donde caímos redondos de sueño. El Residencial El Hogar nos encantó: súper mono, alejado del bullicio y su dueño, un encanto. Al día siguiente, tras un desayuno cariñosamente servido, recorrimos Salta. Si tuviera que elegir una palabra para describir la ciudad sería, sin duda, caos. Caos con encanto, eso sí.

La ciudad, bueno, el centro, se recorre en un día. Hay varios enclaves turísticos que visitar, en su mayoría de carácter religioso. No obstante, no fue ese para mi el principal atractivo de Salta. Salta me cautivó por su personalidad. Una ciudad grande con aire de pueblo anclado en el pasado. Me resulta complicado explicar como me sentía. Tenía la sensación de estar paseando por otra década. No podía evitar observar a la gente llevar a cabo sus tareas normales: ir a la iglesia antes de trabajar, empujar de un remolque con la bicicleta o, simplemente, esperar el autobús. Sentía todos aquellos momentos tan únicos y tan fugaces que quería retratar todo y llevármelo conmigo para siempre. De ahí, la cantidad de fotos.

Esta misma sensación, la verdad, se repitió la mayor parte del viaje por el norte. Volviendo a cuestiones más prácticas, en Salta no podéis de dejar de probar las empanadas o comer un buen asado de tira en El Viejo Jack. Os hablaba de ese parón repentino del tiempo, ¿verdad? Pues contrasta enormemente con la amplia disponibilidad de Wifi que encontraréis en la plaza y en la mayor parte de locales.

Os recomendamos también coger el teleférico San Bernardo y disfrutar de las vistas de Salta. Os sorprenderá lo pequeña que parece cuando la recorres y lo enorme que es en realidad. Salta es un buen punto de partida para alquilar el coche ya que, al ser una ciudad bastante grande, tenéis varias compañías de alquiler y acceso a las principales rutas. Eso sí, mucha calma cuando cojáis el coche. Conducir por Salta os hará apreciar el tráfico en vuestras ciudades (españolas, al menos). Si preferís no coger coche, Salta es un buen punto también desde el que contratar una excursión. Salen a prácticamente todos los enclaves más turísticos y os aseguráis de llegar sanos y salvos. Jajaja, sí, temí alguna vez por mi vida…pero yo soy bastante miedica.

De Salta a Cafayate

Tras un día y medio en Salta (ambos coincidimos en que con una mañana nos hubiera bastado) cogimos el coche - al que de ahora en adelante llamaremos Logan - y pusimos rumbo a Cafayate. Cafayate es conocido por su vino y por tener unos viñedos a gran altitud.

Cuando cogimos el coche nos explicaron las rutas más y menos transitables, aquellas con la que teníamos que tener más cuidado y que convenían hacer con luz de día. Siguiendo dichas recomendaciones, decidimos, antes de ir directamente hasta Cafayate, parar en un pueblito con muchísimo encanto y de estilo colonial conocido como Cachi. El pueblo se encuentra entre montañas, y, como os podréis imaginar, lo más espectacular es el camino hasta allí.

De camino se cruza el Parque Nacional de los Cardones, donde es obligatorio parar y observar el ejército de cactus, perdón, Cardones, que protege el paisaje. Estad atentos a las espinas en el camino y a las llamas que brincan por ahí.

Tras comer en Cachi, hicimos toooodo el camino de vuelta hasta la carretera de la Quebrada de las Conchas y en dirección a Cafayate. Esta carretera la condujimos de noche, sin más luz que las luces del coche y de las estrellas. Tras un camino laaaargo y a una velocidad más bien lenta, llegamos a Cafayate. El hostel donde nos alojamos fue mi favorito de todos, me dio muchísima rabia quedarnos únicamente una noche. El Hostal Tierra de Vinos es PRECIOSO y además, nosotros habíamos reservado baño compartido y, por el mismo precio, nos pusieron una habitación con baño y ducha privado. #lucky. Tal cual, con el chándal y los pelos de viaje, nos fuimos a cenar y beber una buena botella de vino (a servidora se le fue un pelin de las manos) a la Bodega Nanni.

Esa misma mañana poníamos rumbo a Humahuaca. Teníamos casi doce horas de viaje hasta allí. Doce horas porque hicimos un millón de parones y tuvimos que conducir por una carretera antigua porque la principal estaba cerrada. Pero…MADRE MIA. QUÉ PAISAJES. Recorrimos con muchísima calma la Quebrada de las Conchas. Paramos en muchísimos sitios para admirar, sacarnos fotos y alucinar un poquito con las maravillas de la naturaleza. Sin duda, si tenéis poco tiempo, debéis parar en el Anfiteatro y en la garganta del Diablo. Pero vaya, el planazo es recorrerlo con tiempo y parando mucho.

Recorrer la Quebrada de las Conchas como lo hicimos fue una de mis partes preferidas del viaje: calma, buena música, buena compañía y paisajes quita-hipo. Conseguí olvidarme del reloj (un reto importante para mi) y estar presente en ese momento. Supongo que, en gran medida, esta es otra de las razones por las que esta parte del viaje fue tan especial para mi.

Humahuaca

A Humahuaca, casi tocando Bolivia, llegamos bastante tarde. Estábamos agotados: fueron muchas horas por carreteras en las que se conduce muy lento, varios parones de la policía y el cansancio acumulado de los madrugones de los días anteriores. Bueno, y de cargar, hacer y deshacer la maleta, jajaja.

En Humuahuaca dormimos en el Hostel El Sol. A nuestra habitación se accedía por unas escaleras exteriores desde las que teníamos unas vistas realmente espectaculares. Eso sí, del viaje al baño, abierto y compartido, a las siete de la mañana, mejor no hablamos, jajajaja. La diferencia de temperaturas entre la noche y el día es brutal. Desayunamos en el hostel, recorrimos Humahuaca y nos dirigimos a las Salinas Grandes.

En las Salinas Grandes os recomiendo varias cosas: llevad gafas de sol (sí o sí), id con vuestras necesidades hechas (hay baños móviles pero custodiados, de pago y poco higiénicos) y pedid una quesadilla y/o empanada a la mujer con el hornillo y la pizarra. Ah bueno, no os olvidéis de la típica foto saltando. El ascenso a las Salinas es sinuoso pero no es demasiado complicado. Únicamente hay que tener cuidado con los camiones que descienden desde Chile cargados con otros coches: bajan rápido y las curvas son muy cerradas. En las Salinas es fácil aparcar. Eso sí, como os decía en otros posts: ¡id bien de gasolina siempre!

Acabamos nuestro viaje por el norte en la Quebrada de Humahuaca, más concretamente en el pueblo de Purmamarca. Es el típico pueblo donde se hace una parada para admirar y fotografiar el Cerro de los Siete Colores. No obstante, a mi lo que más me gustó fue el pueblo en sí. Bueno, más que el pueblo, la gente. Cuando fuimos nosotros creo que estaban celebrando alguna fiesta, y había caballos, gauchos y cervezas en la calle principal. Como si estuviera en una peli del oeste, yo me sentía igual.

Desde Purmamarca condujimos directamente hasta Salta. Allí pasamos una noche y al día siguiente muy muy pronto fuimos al aeropuerto rumbo a Ushuaia. Pero tal y como hemos acordado, de eso hablamos un poquito más el próximo lunes.

Espero que os haya gustado y os resultado útil este post. Para mi, sin duda, fue la zona más especial de todo lo que vimos por Argentina. Probablemente tenga mucho que ver el haberla recorrido en coche, pero de la magia de los viajes en coche podemos hablar otro día si queréis.

¡Muchísimas gracias por leer! ¡Las dudas son bienvenidas! Así para cualquier cosa escríbeme por Instagram o mándame un email a alejandra@aleoli.es.

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